El pasado mes de febrero la Región de Murcia se presentaba en el Pabellón de España de la Expo Dubai 2020 con la vistosa campaña “Lo que el agua nos da”, que se promociona con un llamativo vídeo de todas las supuestas posibilidades para el desarrollo de nuestra región que cualquier gota de agua nos proporciona.
Saberes milenarios de una cultura del agua intrincada en lo más profundo de la esencia murciana representados incluso en los cultos de diversas culturas y religiones que han poblado el sureste español, desde la diosa Deméter hasta la Virgen de la Fuensanta, legados del líquido elemento como el baptisterio paleocristiano de la Basílica de Algezares o los rituales del baño en agua de la Santa y Vera Cruz de Caravaca.
La Región de Murcia alberga un gran patrimonio cultural, natural y paisajístico del agua. Acueductos, canales, molinos, albercas, fuentes, batanes, martinetes, pozos de nieve, pero quizás el bien más significativo pero también más frágil es el conjunto de acequias y azarbes, muchos centenarios y algunos incluso milenarios, que se extienden por las vegas tradicionales de los regadíos históricos del río Segura.
Cauces que no son simplemente caminos del agua, infraestructuras vitales para el trabajo, el cultivo y el mantenimiento de una agricultura viva y de proximidad, sino que además son el hábitat de numerosas especies animales y vegetales. Fartets, anguilas, nutrias, patos y otros animales que muestran que unas acequias vivas, naturales, abiertas, son la custodia de nuestra biodiversidad y nuestro paisaje, y una herramienta de defensa contra el cambio climático.
Además, el arbolado y la vegetación de ribera, con grandes y fuertes olmos, álamos, plátanos, palmeras, así como cercanas moreras e incluso pinos, muchos incluso centenarios, que dan sombra y producen oxígeno, y que son el verdadero pulmón verde y sumidero de CO2 de nuestras vegas.
Por todo ello, ver lo que esta semana sucede en la histórica acequia Benetúcer en Llano de Brujas, observar como talan estos gigantes huertanos, comprobar como hay quien es capaz de arrancarlos con cuerdas atadas a excavadoras y desgajar sus ramas hasta destruir quijeros maravillosos, cambiar canales centenarios de tierra por burdos perfiles de hormigón, se hace todavía más inexplicable, lo que se une a la frustración ante la pasividad de unas administraciones que nunca actúan a tiempo.
Lo que el agua nos da, el hombre nos lo quita, sin más razón que realizar obras absurdas y desperdiciar escasos recursos en espacios emblemáticos. Espacios que con mínimas inversiones supondrían generar lugares únicos de descanso y recreo, auténticas vías verdes que nuestros antepasados han cuidado con su esfuerzo monda a monda, día a día, año a año desde tiempo inmemorial, que sucumben en pocas horas ante un mal entendido progreso que solo es destrucción y muerte.
Las administraciones hablan mucho de infraestructuras verdes, pero promueven parques de hormigón mientras permiten destruir nuestras acequias y azarbes. Hablan de Objetivos de Desarrollo Sostenible pero dejan perder lugares de vida, historia y tradición. La imagen de unos perdidos patos chapoteando entre gigantes troncos talados, intentando escapar de esta miseria humana, es el retrato de unas administraciones públicas que una vez más han fallado a la ciudadanía murciana, mientras enseñan en Dubái una región que solo existe en sus vídeos promocionales.
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